viernes, 14 de junio de 2019

Cuento: El amigo Pérez


El amigo Pérez

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Bruno abrió la boca y el espejo del baño se empañó. Lo limpió con la manga y se tocó diente por diente con la lengua, con un dedo. Uno por uno. Pero, nada.
Buscó al abuelo y lo encontró en el galponcito del fondo arreglando la manija de la pava. Bruno le mostró sus dientes, todos en su lugar. Duros, firmes.
El abuelo miró hacia los tirantes del techo y dijo en un susurro:
—Paciencia, Ratón Pérez...
Y allá arriba, uno de los tirantes crujió.
—Ahí está ¿viste? Ya escuchó —dijo el abuelo.
Y Bruno, en un cuchicheo:
—Sí, ya escuchó, pero ¿y si se aburre? ¿y si se muda? ¿y si se muere de esperar?
—El Ratón Pérez es eterno —declaró el abuelo.
Pero igual, ni un solo diente se aflojaba.
Hasta que una mañana, al morder una tostada demasiado crocante, se le cayó un diente… al abuelo.
—¡DÁMELO! ¡DAME! —gritó Bruno— ¡LO PONGO EN MI ALMOHADA!
—¡JA! —rió el abuelo con un diente menos— ¡El amigo Pérez no es tonto!
Pero Bruno quiso y quiso. Lavó el diente hasta que quedó bastante blanco y lo metió debajo de su almohada.
Antes de salir para la escuela fue hasta el galponcito, miró los tirantes del techo y susurró:
—Hay diente, Ratón Pérez...
Y uno de los tirantes crujió.
Cuando Bruno volvió de la escuela, entró a su cuarto más que corriendo casi volando y levantó la almohada.
¡Estaba! ¡Estaba! ¡Estaba! ¡Ahí estaba!
—¡ABUELO! ¡ABUELO MIRÁ!
Bruno mostraba una moneda de un peso.
—Falsa —dijo el abuelo.
Y sacó del bolsillo una moneda legítima para comparar.
Bruno miró la moneda que le mostraba el abuelo y después la suya. ¡Grrr! Sí, sí y sí. Más falsa que billete de tres pesos. Más falsa que frutilla celeste.
No puede ser, no puede ser... De repente se acordó de una película. Como si la viera de nuevo se acordó: un pirata desconfiado mordía una moneda que parecía de oro para saber si era de verdad.
Entre acordarse y copiarse no pasó un segundo. Bruno mordió con fuerza su moneda.
—¡Ja! El amigo Pérez no es tonto —recalcó el abuelo con voz de experto.
Y en eso, Bruno gritó:
—¡No es tonto, pero te ayuda!
Es que, al morder la moneda falsa, por fin se le había aflojado... un diente de verdad.

Extraído, con autorización de la autora, de la Antología para 1° ciclo EGB (Buenos Aires, A-Z Editora, 2002).

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