El amigo Pérez

Bruno abrió la boca y el espejo del baño se empañó.
Lo limpió con la manga y se tocó diente por diente con la lengua, con un dedo.
Uno por uno. Pero, nada.
Buscó al abuelo y lo encontró en el galponcito del
fondo arreglando la manija de la pava. Bruno le mostró sus dientes, todos en su
lugar. Duros, firmes.
El abuelo miró hacia los tirantes del techo y dijo
en un susurro:
—Paciencia, Ratón Pérez...
Y allá arriba, uno de los tirantes crujió.
—Ahí está ¿viste? Ya escuchó —dijo el abuelo.
Y Bruno, en un cuchicheo:
—Sí, ya escuchó, pero ¿y si se aburre? ¿y si se
muda? ¿y si se muere de esperar?
—El Ratón Pérez es eterno —declaró el abuelo.
Pero igual, ni un solo diente se aflojaba.
Hasta que una mañana, al morder una tostada demasiado
crocante, se le cayó un diente… al abuelo.
—¡DÁMELO! ¡DAME! —gritó Bruno— ¡LO PONGO EN MI
ALMOHADA!
—¡JA! —rió el abuelo con un diente menos— ¡El amigo
Pérez no es tonto!
Pero Bruno quiso y quiso. Lavó el diente hasta que
quedó bastante blanco y lo metió debajo de su almohada.
Antes de salir para la escuela fue hasta el
galponcito, miró los tirantes del techo y susurró:
—Hay diente, Ratón Pérez...
Y uno de los tirantes crujió.
Cuando Bruno volvió de la escuela, entró a su
cuarto más que corriendo casi volando y levantó la almohada.
¡Estaba! ¡Estaba! ¡Estaba! ¡Ahí estaba!
—¡ABUELO! ¡ABUELO MIRÁ!
Bruno mostraba una moneda de un peso.
—Falsa —dijo el abuelo.
Y sacó del bolsillo una moneda legítima para
comparar.
Bruno miró la moneda que le mostraba el abuelo y
después la suya. ¡Grrr! Sí, sí y sí. Más falsa que billete de tres pesos. Más
falsa que frutilla celeste.
No puede ser, no puede ser... De repente se acordó
de una película. Como si la viera de nuevo se acordó: un pirata desconfiado mordía
una moneda que parecía de oro para saber si era de verdad.
Entre acordarse y copiarse no pasó un segundo.
Bruno mordió con fuerza su moneda.
—¡Ja! El amigo Pérez no es tonto —recalcó el abuelo
con voz de experto.
Y en eso, Bruno gritó:
—¡No es tonto, pero te ayuda!
Es que, al morder la moneda falsa, por fin se le
había aflojado... un diente de verdad.
Extraído, con autorización de la autora, de la
Antología para 1° ciclo EGB (Buenos Aires, A-Z Editora, 2002).
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