Maru, la distraída
Margarita Eggers Lan
María Eugenia es una chica simpática y
buena.
Pero tiene un defecto: es muy, pero muy
distraída.
La mamá de Maru, (porque todos le dicen
Maru), trabaja en una oficina y le deja siempre
mensajes en la heladera para que no se olvide
de las cosas que tiene que hacer.
Un día le escribió con letra bien grande:
“Lavá los platos.
Sacá a pasear a Lucas.”
Lucas es un perrito pequinés que se la pasa
haciendo piruetas y saltando entre almohadones
.
Pero ese día, cuando la mamá de María
Eugenia volvió,
lo encontró todo mojado y temblando de frío.
Y más grande fue su sorpresa
cuando vio llegar a nuestra amiga con el cochecito de las muñecas y los platos adentro.
–Maru, ¿qué estás haciendo? ¿Qué le pasó a
Lucas? –le preguntó.
Y ella contestó:
–Mamá, hice lo que me dijiste: ¡lavé a Lucasy saqué los platos a pasear!
–¡No! ¡Dije que lavaras los platos y pasearas
a Lucas! Pero bueno –dijo la mamá–,
a Lucas no
le venía mal un baño y los platos seguramente
estaban muy aburridos en la cocina.
Otro día había un mensaje que decía:
“Maru, por favor comprá un kilo de papas y
doce huevos.”
No se pueden imaginar la fuerza que hizo
María Eugenia:
llegó con la lengua afuera arrastrando una bolsa con doce kilos de papas…y un huevo, bien cuidadito, en la mano.
llegó con la lengua afuera arrastrando una bolsa con doce kilos de papas…y un huevo, bien cuidadito, en la mano.
Por supuesto que no pudieron hacer tortilla
esa noche, pero eso sí, comieron puré por un
montón de días.
Lo peor sucedió en setiembre.
Se acercaba el
día del maestro y la mamá de Maru había
encargado en una juguetería un elefante de
peluche para la señorita. Como además iban a
festejarlo en el aula, le pidió a Don Paco, el rotisero, que le preparara unas empanadas.
Ese día la mamá llegó corriendo de la oficina
para ir a la fiestita, y mientras se cambiaba le
dijo a su hija:
–Pasá a buscar las empanadas y el elefante
de peluche.
El tiempo pasaba y Maru no llegaba. De pronto, su cabecita se asomó por la puerta:
–Mami –dijo– ¡Empanadas de peluche no pude
conseguir por ningún lado!
–¡No! –exclamó la mamá agarrándosela cabeza y mirando hacia la puerta–. ¿Qué trajiste?
¡A ver! ¿Qué imaginan ustedes?
Sí, señores. Había un elefante hecho y derecho en la puerta del departamento. Pero no de
peluche, claro.
Y bueno, no hubo manera de conseguir que la
maestra entendiera que aunque el elefante no
era de peluche, igual era un regalo.
Así que desde ese día Nino, porque así se
llama el elefante, vive en la casa de María
Eugenia.
Pero la mamá se cuida muy bien de
pedirle a Maru que haga los mandados,
por lo menos hasta que crezca un poco
y se le pase la distracción.
Fin
Fin
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